Cuentos de Peregrino

Un lugar de encuentro con los sueños y las fantasías...

sábado, 9 de junio de 2012

Hormiga Negra




Siempre los apodos representan algún aspecto de las personas “agraciadas” que las caracteriza. En este caso lo de hormiga venía por lo pequeño, laborioso (y no sólo restringido al ámbito laboral, sino también en el aspecto constante; de empeño, insistencia, un “denso” en el vocabulario habitual), por último su tez morocha y ojos negros terminaban de completar las atribuciones del mote.
El otro (en este caso LA otra) personaje de esta historia era “La Negra”.  También podrían haberle puesto “la bomba”, porque no solo era lo más atractivo conocido hasta el momento en la oficina, sino que; además, era sumamente explosiva.  Tenía tan buena figura como mal carácter, así había logrado generar distancia y respeto entre quienes se veían atraídos por su belleza.  De cuerpo perfecto, de esos cuyos atributos posteriores impiden que los hombres dejen de mirarlo hasta que desaparece en el horizonte, con un cabello negro azabache hasta la cintura y un flequillo que le cubría los ojos a punto tal que uno no se explicaba como lograba ver a través de él y que acentuaba su sensualidad; sumado al zezeo al hablar, provocaba el combo irresistible para los hombres: era a la vez una bebota y un “minón”.  Sus explosiones de ira no eran habituales, pero eran precisas y efectivas.  Tenía la palabra justa en el momento exacto y , sabía como lastimar, si tenía que hacerlo.
Todo transcurría normalmente hasta que la Negra fue transferida a Contaduría General, sí allí en el mismo sector en el que trabajaba la hormiga…
Al principio la hormiga (Héctor), pareció tomar distancia y respetar los antecedentes que bien se había ganado su compañera.  Todo transcurrió normalmente hasta que llegó el primer cierre del mes, ese día todo el mundo cola en silla y nadie se mueve hasta que el balance queda terminado…Solían ser largas noches con prolongados momentos de espera que hasta ahora habían sido matizados por las ocurrencias de Héctor y su incansable vocabulario inagotable, pero ahora estaba la negra (Elda) y a Héctor no se le ocurrió mejor idea que comenzar a distraerla con sus chascarrillos… Al principio se limito a girar su cabeza. A  distancia, parecía que le hundía sus ojos en la frente aunque solo lograra mostrarle el flequillo que los cubría. Luego; raro en ella, comenzó a advertirle que parara que no estaba dispuesta a seguir tolerando sus humoradas. Pero, por algo la hormiga se había ganado su apodo, siguió y siguió hasta que Elda se levantó y se paró frente a su escritorio.  Apoyando sus dos manos sobre el borde comenzó a despachar todo su poder verborrágico sobre el pequeño.  Héctor parecía fundirse en su sillón y procuraba tomar distancia empujándolo hacia atrás sin darse cuenta que el vidrio de la oficina del Gerente se lo impedía.   Sus ojos pestañeaban al compás de un S.O.S. o por lo menos esa era la sensación que transmitía.  Un sórdido “ayúdenme” llegaba a las mentes de quienes lo rodeábamos algunos dispuestos a hacer nada  y otros pensando que debía hacerse cargo de la tragedia que había provocado…
Ante un discurso inigualable, que subía de tono y tendía a ponerse exasperante; la hormiga estaba quedando reducida a la nada casi completamente hundido en su sillón, mientras la negra motivada comenzaba a lucir un color casi rojizo morado en su rostro…hasta que del ingenio del personaje surgió la famosa frase:
-Perdón…, de coger ni hablar ¿no…?
Fue como si un formula uno viniera a doscientos kilómetros por hora y de pronto se detuviera.  Sacudida por el ingenio del morocho, la negra solo optó por darse vuelta y retirarse regalándonos en su ida el mejor paisaje, el silencio pacificador y cómplice del triunfo del más débil y una de las mejores anécdotas de trabajo…

                                                                                         Peregrino
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