Cuentos de Peregrino

Un lugar de encuentro con los sueños y las fantasías...

sábado, 24 de enero de 2015

Corduras…



Gris, solitario, frío, húmedo, oscuro... Podría seguir asignándole calificativos y, aun así, no sería posible describir  la situación de desamparo e indiferencia de aquel instituto.
Nos traían sus pies y con ellos venía su alma.  ¿Cómo había llegado a establecerse el vínculo? No lo sé.
No se les permitía ser atendido por el mismo profesional, pero él lo lograba, no sé  cómo pero   sorteaba la restricción una y otra vez. Y… allí estaba, frente a mí…
No me hacía bien, tampoco se lo haría a el.  Pero como hacérselo entender, como no agudizar aún más ese débil equilibrio que, fugazmente,  lo mantenía entre los cuerdos.
Fue durante una de esas intermitencias, creo, que comenzó a confesarme que había sido muy afortunado hasta que tuvo esa desgracia.  Hasta que esos seres maravillosos lo transportaron a Chernobyl…
Lo contaba tan convencido que me hacía pensar seriamente de donde podría haber obtenido tanta información como para  un relato tan detallado y preciso…
¿Por qué tendría que quedarme con la duda? ¡En esta época donde nadie es anónimo! Me bastó con hurgar algunos datos de su ficha personal y luego navegar un poco…
No dejaba de cuestionarme ¿qué era lo que estaba haciendo?  ¡Era un paciente! ¡No era ético…! Me lo seguía repitiendo una y mil veces y otras tantas  la curiosidad me continuaba venciendo… Así pude saber que había sido un martillero reconocido en la zona sur del Gran Buenos Aires, con una esposa docente, sí esa que lo visitaba cada fin de semana, y un pequeño varón de seis años…
Ahora era yo quien lo buscaba y preguntaba:
-¿Y como fue el viaje? ¿Qué viste en Chernobyl?
Y me seguía respondiendo como si estuviera volviendo a vivir la situación. Con una precisión y exactitud sorprendentes me describía el terreno arrasado, los habitantes quemados por la radiación, el agonizante lamento de los moribundos; los árboles rojos…
-Solo me preocupa seguir aquí, solía decirme, porque sé que vendrán por mí, ellos me lo aseguraron…
Al cuestionarme lo que estaba haciendo me preguntaba cual era la línea que separaba la cordura de la locura. Era difícil poder creer que alguien en  pleno uso de razón pudiera  mantener a esta gente en las condiciones en las que se encontraban…
Recordaba lo que  solía preguntarse un exitoso monologuista  contemporáneo respecto de cuales eran malas palabras: Si boludo o puto, o miseria o hambre… 
Ya había comenzado a pasar la semana esperando la llegada del sábado por la mañana para encontrarlo  Inconscientemente, quizá, buscaba en la razón de sus argumentaciones la cordura que le permitiera recuperar su vida, esa que desesperadamente esperaba encontrar su pareja en la visita de cada fin de semana.
No fue necesario levantar la vista para saber que hoy no estaba aquí…  Tuve otros píes y mucha angustia.  Evité preguntar, no fue necesario, los comentarios no se hicieron esperar.  Para algunos había desaparecido, para otros se había escapado.  Para mí, simplemente, había viajado...


                                                                                    Peregrino




domingo, 11 de enero de 2015

Disfraces



Encorsetada en su ambo gris o negro y, desde detrás de esos falsos lentes que reforzaban su personalidad pacata, se esforzaba por cumplir con su rol de “secretaria ejecutiva”.
Un ingreso por demás atractivo y la confortable posición social eran las  condiciones que la mantenían sujeta a ese perfil que cada día la asfixiaba más.
Fue mediante una publicación y, posteriormente, una vinculación virtual, de esas que lo resuelven todo; que comenzó a encontrar el escape que precisaba. Esa bocanada de aire fresco que le permitiera retomar cada semana con la esperanza de que, hacia el final, podría romper toda la monotonía.
Así, cada sábado o domingo se enfundaba nuevamente en un traje negro, pero esta vez de un ajustado lycra.  Reemplazaba sus gruesos lentes por el antifaz y pasaba a ser la mujer fatal. La “Gatubela” que siempre había admirado.
El Cosplay no solo la había liberado, le había permitido identificarse con un personaje que sentía como propio al punto de llevarla a dudar de en cuál de los roles vestía un disfraz…



                                                                     Peregrino 
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