La relación con sus padres se
reducía a unas pocas vacaciones y algunas cenas y almuerzos compartidos. Había logrado profundizarla cuando se
identificaron profesionalmente, a partir de entonces pudo tener abundantes
charlas sobre técnicas, teorías o experiencias de la profesión. No es fácil
describirla. Fue una vieja joven pero,
al mismo tiempo, con enormes ansias de devorar la vida. Gozó de total independencia desde muy
joven. Esto la había llevado a recorrer
a temprana edad lugares como las ruinas
de Machu Pichu o internarse en el altiplano, sin más compañía que la de su mochila, iba en busca de aventuras, se
desafiaba a si mismo comprobando cuanto era capaz de dar y lograr. En las
montañas había percibido una energía que la reconfortaba. Sentía como fluía y la vitalizaba. Disfrutaba
de los lugares vírgenes, de largas charlas con los aborígenes bajo la luz de
las estrellas… Físicamente era muy
atractiva: de estatura mediana, ojos color miel, nariz pequeña y respingada,
largo cabello rubio ondulado y piel morena aterciopelada. Tenía una expresión muy dulce y hablaba
perfectamente inglés o francés, también dominaba el Portugués y el
Italiano. La lectura temprana y
agotadora la habían obligado a lucir un par de pequeños lentes por sobre los
que miraba acentuando su sensualidad.
Había comenzado con las prácticas
profesionales y cumplía largas guardias en hospitales públicos. Vivía situaciones que jamás hubiera
imaginado, como aquella vez cuando apareció un individuo con un cuchillo
tramontina que le atravesaba el maxilar superior. Pronto comenzó a conocer el delgado hilo
entre la vida y la muerte, allí sintió profundizarse esa necesidad de “gastar
la vida” que siempre había sentido.
Recordó los momentos de reflexión en los funerales de sus abuelos, el
“carpe diem” que se repetía mentalmente una y otra vez. Recorría las salas y cumplía con las rutinas
indicadas, sabía que cuando no había remedio, el mejor era el consuelo; el
acompañar al paciente en su mejor tránsito hacia ese destino desconocido.
No podía evitar recorrer las salas
de terapia intensiva. Precisaba
estar donde la vida y la muerte luchaban
permanentemente. Se preguntaba que morbo la llevaba a tener esta conducta.
Pronto se le hizo hábito comenzar a llevar estadísticas: cuántos lograban
sobrevivir contra cuántos habían sido vencidos.
Esta obsesión se hizo peligrosa.
Su profesionalismo le indicó concurrir a su analista en busca de ayuda.
Por más de un año intentó encontrar la solución a esto que consideraba una
obsesión peligrosa. Las sesiones se tornaron cada vez más tediosas e
insoportables. No la estaban ayudando. Decidió terminar con ellas y afrontar la
realidad: Continuaría haciendo lo que sentía.
Ahora lo haría sin miedo, sin aprehensiones. ¿O en definitiva no había
estudiado para esto? ¿O acaso no era ello lo que le indicaba su vocación?
Sin darse cuenta traspuso este
umbral y ya estaba recorriendo el siguiente: Se sentía tentada a acortar el
sufrimiento de aquellos que no tenían esperanza de vida. Se preguntaba repetidamente ¿quién era ella
para arrogarse la potestad de la vida? Se respondía: Cuando no hay solución la
más benévola e indolente es la mejor.
Todo un trauma.
Esa noche conoció el caso que
cambiaría su vida: un chico de veintitrés años que estaba con una hepatitis
fulminante por daños provocados por una vacuna vencida. No lo podía entender.
Se acercó y conversó con el. Era tan afable e interesante que, sin
notarlo, estuvo horas percibiendo su esencia, lamentándose no haberlo conocido
antes. Quedó atrapada, Nahuel era un
joven estudiante de Ingeniería, morocho de ojos verdes; buen físico…y ahora
todo desnudo y conectado en la sala de terapia intensiva a la espera de un
transplante salvador…
Ya en su departamento intentó
conciliar el sueño, era necesario recuperarse.
La imagen de Nahuel, su situación, ese encanto que transmitía no se lo
permitieron. Era nochebuena, su próxima
guardia era dentro de dos días. Quizá no
lo volvería a ver… No soportó la idea, tomó el celular y cambió el turno, fue
muy fácil; quien no deseaba quedarse en casa en vísperas de Navidad.
Ingresó a la sala y descubrió los
destellos de alegría que brotaban de los ojos de Nahuel. Le tomó la mano y continuaron conversando
como si jamás hubieran dejado de hacerlo.
Sintió ternura y temor. Procuró distraerlo contándoles las vivencias de
sus viajes.
Se interesó por el seguimiento de
la búsqueda de un donante. Sospechaba
que se estaba creando una vinculación que no podría ser… No podía evitar volver
a verlo, charlar con él… Seguir descubriéndolo, hacerle sentir que debía
aferrarse a la vida. La posibilidad del transplante era remota. Sin él no tenía posibilidades de recuperarse. Si bien todavía estaba lúcido y medianamente
íntegro, las expectativas de vida no iban más allá de las setenta y dos o
noventa y seis horas, en el mejor de los casos. Volvió, consciente o no, se
acercó demasiado, él levantó su brazo y lo desplazó suavemente por su
cabellera. Reaccionó
inmediatamente. En ese segundo luz,
pasaron mil situaciones e historias, sus ex parejas, las caricias que no tuvo
de sus padres; el abuso que había sufrido cuando chica… Se contuvo, sabía que
lo podía ayudar, además le agradaba.
Volvió a tomar su mano y lo ayudó a acariciarla… Siguió un beso… estaban
solos… subió a la camilla… No podía creer lo que estaba haciendo… No lo
pensaría, solo viviría el momento. Así
fue, totalmente intenso, gozó y disfrutó como si nada sucediera… A pesar que
había sucedido lo mejor…
Bajó, acarició su frente, la
mirada de Nahuel lo decía todo. Lo dejó
y la dejó… En pocos días más confirmaría que, a su manera, había burlado a la
muerte otra vez y que Nahuel continuaría viviendo a través suyo por una
generación más…
Peregrino
Relato re editado para establecer la conexión con el programa "Paracuentos" del pasado 27/8.
ResponderEliminarInsisto: Enorme relato!!! Y ay te lo dije como 100 veces!!! ;-) Abrazo!
ResponderEliminarGracias Bee, cada reconocimiento es como si fuera el primero. Abrazo vuelve
ResponderEliminarel día que lo leíste se me pusieron los pelos de punta! tremendo texto José!
ResponderEliminarAbrazos
Diana: No me podes haber hecho mejor halago: Ponerte los pelos de punta a Vos...!!!! Gracias Genia, Abrazo
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