Fue
instantáneo, una reacción instintiva lo llevó a desenvainar el facón que
llevaba en la espalda. El aire crujió partido por el filo de ese metal, luego se
tiño de carmesí en las profundidades de las tripas del osado que se había atrevido a rozar a su rubia…
Quedó allí,
tirado en el centro del patio del conventillo donde se había armado la
bailanta, nadie se atrevió siquiera a tocarlo.
Un fuerte silencio había congelado la escena, en tanto, Malevo
controlaba el entorno con su mirada…
Quitó su
pañuelo, limpió el facón, enfundó y se retiró en silencio. Caminó por el
empedrado humedecido por el sereno de una noche que ya se despedía. Rumiaba su bronca por ese atrevido ¡Ya nadie
se atrevería a tocar a su mina!
Él se sabía
macho, de esos que saben llevar su hombría y defenderla. Un Malevo de ley a
quien no lo inmutaban este tipo de hechos.
De pronto,
lo inesperado, lo que nunca le había sucedido: algo que cruzaba la calle pasó
por sobre su zapato. Sintió que el
corazón le explotaba. Intentó, inútilmente,
secar la fría transpiración de su rostro con el pañuelo que, luego
recordó, había tirado… Enderezó el rumbo y caminó rápidamente
tratando de disimular el temblor de sus piernas, esas, que solo flaqueaban ante
un roedor…
Peregrino
bueno!!!!! parece que en realidad tan macho no era!!!!!
ResponderEliminarjajajajajaja
sería bueno que alguno descubriese su secreto y le llenase de ratas la funda de su almohada!!!! pa que sueñe con otras cosas aparte de angelitos! :-D
genial el texto mi querido Peregrino
Ja, Ja, Ja!!!! Sos muy ocurrente y no podes con tu genio Diana. ¡Me encantó el comentario! Gracias por pasar. Un abrazo
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