Ada
se moviliza con dificultad, aun así, se traslada y se instala una vez más
frente a la ventana. Busca, esperanzada, el regreso de aquella niña que le
alegraba los veranos.
Esa,
que esperaba ansiosa las vacaciones para viajar a su querida casa de Spello. La misma que disfrutaba el perfume de
fresías, de la fresca sombra del parral, de la tersura de la piel de su joven
“abu” que la cobijaba entre sus fuertes brazos.
Ada
pasa los días rememorando anécdotas de las vacaciones, su mente repite una y mil veces esas palabras tan
graciosamente mal pronunciadas y el “abu” que la desarmaba…
Solía
esperarla con panqueques y algún que
otro helado. Las sobremesas se colmaban de profundas charlas de pavadeces y,
luego, de los más maravillosos y principescos relatos. Siempre tenía uno, parecía ser una fuente
inagotable; nunca se pudo explicar como podría ser que supiera tantos…
El
distanciamiento vino a partir de las “responsabilidades”, esas que, al compás
del paso de los años y los privilegios del crecimiento nos van privando de ciertas
caricias al alma.
Cada
año se preparaba especialmente; se
esmeraba en la creación de nuevas historias, aquellas que quedarían en su mente
para y por siempre.
Una
y mil veces soñó en tenerla otra vez, en regresarla, en volverla a ser…
Ada
se moviliza con dificultad, aun así, se traslada y se instala una vez más
frente a la ventana. Busca, esperanzada, el regreso de aquella niña…
Peregrino
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