Había
escuchado comentarios de mujeres de tribus vecinas acerca de la llegada de un
nuevo hombre, distinto. Millarray no se
había interesado en esa novedad, continuaba viviendo en aquel espacio donde había ido a transitar
el camino a la fertilidad, su lugar en el mundo. Se mimetizaba allí con esa naturaleza virgen que tanto amaba.
Comenzaba
a anochecer, se resistía a salir en busca de la leña que precisaba. La reserva había disminuido
peligrosamente y se anunciaban días muy fríos. No sabía por qué, pero hoy más
que nunca, percibía que El Trauco podría rondar por los alrededores. Muy a su pesar y, temerosa de lo que pudiera
sucederle, se dirigió camino al lago en busca de restos de árboles secos que el agua arrimaba
a la orilla. No podía evitar que su
mirada se perdiera detrás de las lengas y los ñires en busca de esa imagen que,
en realidad, no quería encontrar.
Las
creencias de los suyos indicaban que este hombrecillo buscaba a las mujeres
jóvenes y las atraía hacía él. Tenía los
pies al revés, por ello, parecía alejarse cuando en realidad se acercaba a sus
víctimas.
Por
un sendero cercano Pascasio realizaba
una última caminata antes de irse a dormir.
Estaba profundamente cansado y con su salud quebrada. Mortificado, además por la falta de entrega
de raciones alimentarias que el gobierno había acordado con el Cacique
Sayhueque para mantener la paz.
Un
Pangui (león americano) hizo desviar la trayectoria de Milllarray. Caminaba ahora por un lugar desconocido, más
atemorizada que nunca y procurando aprovechar los últimos destellos de un sol que
había comenzado a despedirse.
Apuró
el andar, a pocos metros escuchó un crujido, levantó la vista y quedó
paralizada: Allí estaba, tenía rasgos humanos pero vestía ropaje desconocido,
además tenía pelo en la cara y ¡dos elementos transparentes sobre sus ojos…!!! Se
agachó y permaneció inmóvil por horas, por suerte él no la había visto…
Francisco
Pascasio finalizó su caminata y volvió
al campamento. Al día siguiente
iniciaría el largo camino de regreso a Buenos Aires y a sus trabajos en Antropología
y Geografía, entre otros. Jamás se
podría haber imaginado siquiera por un momento, haber sido leyenda antes de la
leyenda…
Peregrino
que hermoso texto!!!! siempre me pareció hasta "romántico" el encuentro de las culturas, por supuesto todo se desvirtúa en cuanto se muestra el poderío de la raza armada, pero ese encuentro, esos ojos descubriendo... seguramente habrá sido un momento mágico.
ResponderEliminarABRAZOS MI QUERIDO PEREGRINO
Diana: Te cuento que en algún momento pensé que podía llegar a ser un relato polémico porque algunos autores sostienen que el Perito le proporcionó información a Roca para su campaña... Yo lo dudo, creo que fue un investigador de avanzada que con tan solo 23 años se internó por territorios totalmente inhóspitos y no nos olvidemos de "la divisoria de aguas" que nos permitió conservar gran parte de nuestro territorio... Por eso mi pequeño homenaje a mi pequeño gran Procer. Gracias y abrazo
EliminarMe encantó!!! Este relato no solamente es un estupendo tributo si no que además y coincido con Diana, tiene un perfume a sensualidad que por no llegar a encontrarse, tiene mayor fuerza! Bello cuento! Abrazo grande, Osval!
ResponderEliminar¡Gracias Bee!!! No había reparado en el detalle que descubrió el lado femenino... Esto sería algo así como "El cuento más allá del cuento..." Da para otro enfoque en la radio ¿no...? Abrazo
EliminarComo las chicas opino
ResponderEliminarsensual lindo y intenso tu texto
querido gracias por tus bellos comentarios
ResponderEliminarUn abrazo